sábado, junio 25, 2005

Campanario en silencio

Las campanas de la Iglesia de la esquina hace mucho que no suenan por la noche. Dicen algunos que los vecinos protestaban por el ímpetu que el campanero ponía en práctica a las doce de la madrugada.
Noche tras noche, amarraba sus ocho décadas a la cintura, y emprendía un camino inalcanzable hacia lo alto del campanario, para golpear con fuerza aquella campana de bronce que lucía como el mismísimo sol las mañanas de junio.
Los vecinos hartos, forzaron para que se suspendiera el toque de las doce, que les impedía conciliar el sueño... y lo consiguieron... El campanero seguía emprendiendo aquel costoso viaje hasta lo alto del campanario noche tras noche, y allá arriba, lloraba entristecido por no escuchar la banda sonora que le había acompañado toda su vida, desde que siendo nicho se le concediera el honor de hacer sonar la campana a las doce de la noche.
En una de sus dolorosas ascensiones a aquel campanario en silencio, decidió asomarse por uno de los ventanales que daban a la plaza mayor, y con una sonrisa en la boca saltó al vacío, y cerró los ojos intentando escuchar las campanas por última vez...
Sólo fue la noticia de la ciudad durante una semana, en su funeral no replicaron las campanas, y nadie se acordó jamás de aquel campanero al que los deseos envueltos en egoísmo habían arrancado el sentido de sus noches en vela.

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