Vivir atrapado en besos de hiel, tal vez nos haga aprender a ser, puñados de polvo de estrella, que se esparcen por las esquinas de nuestro corazón. Dejarnos mirar por la gente que busca en nosotros pareja ideal. Besarnos bajo los recuerdos de días que nunca tal vez volverán, torturas, misterios, te quiero y no puedo, volar hacia el suelo, reir y llorar.
La luna de plástico negro alumbra el silencio de nuestro querer escondido en secreto para que florezca entre la amistad, ese sentimiento de miedo, de ausencia, de manos prohibidas y de castidad.
Y luego me voy a mi casa, corriendo despacio para no despertar fantasmas ocultos en ojos ausentes, cuerdos y dementes, arrancando tiras de estaciones frías, vacías y plenas, hirviendo las venas en las alacenas de un cuarto hasta el techo lleno de caricias, bondades, malicias, odio despertar.