Paró el mundo la noche en que los días cumplían la mayoría de edad en meses de ausente monarquía. Volvieron a surgir las sonrisas lindas, la lágrima fácil, los abrazos marchitos que hacía tiempo olvidaron pararse en el bolso de una camisa de cuadros. Mas no eran los mismos, aunque sí conocidos. Pues los ojos tristes de batallas perdidas que aún no sucedieron ya conocía a la mirada más bonita del mundo, pese a la grosería de la vida de no haberles presentado antes.
Y así los minutos caen engarzados a segundos, meses, años. Y así van acumulando pasos en un camino que tal vez no-decidieron hacer juntos. Y así, sin alevosía, los ojos tristes de batallas perdidas que tal vez ni existan, dieron gracias a la luna que iluminó aquel camino de agua, lágrima y sonrisa; hacia la mirada más bonita del mundo.