Tenemos la fea costumbre de estar todo el día respirando. Cada segundo una bocanada de aire, millones de moléculas de nitrógeno cayendo por la garganta mezcladas con alguna tímida pareja de átomos de oxígeno con el único propósito de mantener el motor de nuestros cuerpos que, en realidad, no dejan de ser los vehículos de nuestras vidas.
Qué triste ser tan poquita cosa, simples máquinas corpóreas atadas a unas estrictas condiciones de funcionamiento, limitadas por temperatura, humedad, concentración de oxígeno... limitadas por el egoísmo, el individualismo, el ser uno mismo y su ombligo el eje del universo... Qué triste... o qué bueno... gracias a nuestras limitaciones nos encontramos con nuestras superaciones personales; poquitas cosas, pequeñas anécdotas que nos certifican día a día eso de "querer es poder", simples tonterías que nos hacen gritar a los cuatro vientos lo inmensamente capaces de luchar, de vivir, de trabajar, de amar, de denunciar, de mejorar que podemos ser.
Y cada día nos levantaremos con nuevos retos, con nuevos proyectos. Y cada noche nos iremos a la cama pensando en todo lo que hemos hecho para conseguir este u otro fin, para ser mejores por dentro y por fuera, hacia dentro y hacia fuera...
Tal vez las feas costumbres oculten el auténtico valor de nuestras personas.