El rechinar del portal número dos de la calle de tristeza me apuñala el corazón; en la vereda el dolor ya no huele a azucenas pues no hay brillo de luna que ilumine a los dos; en la esquina (de) mi ventana ya no nacen ilusiones pues cuando nos despedimos todo cae alrededor, nada lleva a ningún lado, falta valor de soldado, tal vez la segunda mano, o tal vez algo de amor.
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