Al caer el sol abrió la ventana esperando que, en el medio segundo del pestañeo marchito, apareciera entre las sábanas la mayor de las revoluciones de bohemia y medianoche. Altas horas, madrugada y soledad edulcorada con ardores de retina y esperpento, de silencio y redundancia, omisión y descontento.
Despertó la mañana y se fue el día, y la noche acosó a las farolas. Alféizar protegido a contratiempo y relojes de arena con granos viejos. Almohada en trinchera ante lo mundano, filantropía barata, cante jondo. Borrón, y sigue la cuenta.
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