Y a estas alturas, en las que los puntos pierden perspectiva,
el vértigo se escondió entre los pliegues de una cama fría
que exige volver a llenarse de caricias.
Migración voluntaria, exilio buscado.
Sentirse amado hasta los huesos, querido hasta que duele.
Y allá abajo, donde se encuentran mis miserias cotidianas,
el miedo que muerde los tobillos,
las noches sin dormir cerca, a tu lado.
Allá abajo,
me siento orgulloso de mi vida,
pues se vuelve verdad al compartirla,
contigo mi caricia en carne viva.
Y más tarde, cuando subamos unos metros en el aire,
y me agarres de la mano mientras duermo,
soñaré una nueva vida a tu lado,
construyendo hoy, de nuevo, nuestro sueño.
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